¿Alguna vez te has sentido mal por estar triste o culpable por sentirte enojo?
Crecimos con la idea de que hay emociones “buenas”, como la alegría, y otras “malas”, como la tristeza o la rabia.
Pero, ¿y si en realidad todas las emociones tuvieran un propósito?
En esta reflexión quiero cuestionar esa creencia tan común.
Las emociones no son enemigas ni deben ser juzgadas; son señales internas que nos ayudan a entender lo que vivimos, lo que necesitamos y cómo nos relacionamos con los demás. No se trata de evitar lo que sentimos, sino de aprender a escucharlas.